domingo, octubre 30, 2005















Has sido transparente:
el viento a través de ti,
las conchas sobre tus pies.

Has sido transparente,
y una roca.

Los pájaros te vuelan:
has sido vacío
o solo el aire.

Tu último pensamiento,
que casi se desvanece,
quiso esperar por los siglos
un cataclismo
que se lleve esta playa,
que el mar te desborde,
que no quede nada.

Y eras casi una roca,
te volaban los pájaros
cuando un soplo de aire,
o era un sueño, vino a recordarte
que otros mares te esperan.

domingo, octubre 23, 2005

Obstinación

- En ese bolsillo no cabe nada más.- Dijo Celia.

Ernesto miró a su mujer y sintió lástima por los dos. Llevaban quince años casados y aún no le conocía.

- En este bolsillo caben muchas más cosas – Respondió, mientras trataba de guardar en él un mapa turístico.

Habían aprovechado unos días de fiesta para visitar Madrid. Bajo los soportales de la Plaza Mayor, Ernesto luchaba por meter el mapa en el bolsillo de su camisa. Era capaz de encajar en un espacio tan pequeño la cartera, un libro, las llaves de casa y el plano. Era una pena que su mujer no supiera apreciarlo; se había dado la vuelta y estaba absorta en los sombreros de un escaparate. Cuando terminó de recorrerlo se giró, pero Ernesto no estaba allí. Miró al lugar donde le había dejado luchando con el mapa, y se fijó en algo que había en el suelo. Era un abultado trozo de tela con forma rectangular, del mismo tejido que la camisa de su marido. Se agachó para recogerlo, parecía una pequeña bolsa de tela. Cuando lo tuvo en la mano, escuchó una voz. Miró de nuevo a los lados buscando a su esposo, hasta que comprobó que la voz venía del fondo de la bolsa. Echó un vistazo al interior, pero sólo pudo ver un montón de papeles, libros y parte del llavero. Se lo acercó a la oreja para escuchar mejor la voz:

- ¿Celia, eres tú? ¿Estaba guardando el mapa cuando algo tiró de mí hacia el interior de la camisa. Celia, por Dios, ¿dónde estoy? ¡Sácame de aquí!

- Te dije que en ese bolsillo no cabía nada más.- Vocalizó satisfecha su mujer. – A partir de ahora tendrás que hacerme más caso.

Celia guardó la tela en su bolso, junto al libro de magia que le había prestado una buena amiga, y entró en la tienda a preguntar por un sombrero de fieltro.

En recuerdo de Maria-Mercé Marçal

© Herederas de Maria-Mercé Marçal
De la antología bilingüe editada por El bardo


Subiré la tristeza a la buhardilla
con muñecas sin ojos, paraguas rotos,
carpetas derrotadas y viejas tarlatanas.
Bajaré los pledaños vestida de alegría
por arañas sin seso entretejida.

Tendré amor en migajas al fondo del bolsillo.

martes, octubre 04, 2005

Esta noche, cuando nadie nos mire,
voy a parar el tiempo.
Para morder tu corbata,
para contarte los poros,
para romper el tejido
absurdo de tu traje
y encontrarte el ombligo.

Esta noche
beberte la sangre si hace frío.
Coserte la piel con los dientes
para borrar huellas antiguas.
Dormir en tu espalda,
despertar en tu boca,
bailar en tu cintura.