miércoles, mayo 18, 2005

Lección de anatomía

Tomado de mi cocina literaria. Algunos cuentos los pienso y otros, como este, salen disparados ante un cuadro, una imagen, una palabra. Proceden de un lugar al que no tengo acceso. No sé si son mejores o peores, pero escribirlos es liberarme de algo.

Apoyada contra el tronco de un árbol, Albanta cerró los ojos un instante. Recordó el suave roce de las sábanas bajo su piel, la respiración pausada de un hombre a su lado. Un golpe de aire frío y húmedo la devolvió a la realidad. Tiró con fuerza de la espina clavada en su pie derecho y siguió caminando. Tenía que alcanzar el límite del bosque antes del amanecer, o todo estaría perdido para ella. Una punzada de dolor la hizo doblarse de pronto y caer al suelo. Tuvo una visión, Gabril tumbado en la fría mesa de mármol con el cuerpo rajado de arriba a abajo, los médicos dando una lección de anatomía. Ojalá todos ellos se pudrieran en vida, ojalá la carne se les vovliera blanda piel y se les cayera. En ese instante, y como había sucedido desde tiempos inmemoriales, un rayo cruzó el cielo e iluminó el camino de la bruja, mientras su maldición comenzaba a cumplirse. En la ciudad, los cirujanos que daban la lección de anatomía sobre el cuerpo de su amado dejaron a un lado los instrumentos, sintiéndose dioses por sus avances científicos. Ninguno de ellos imaginaba en ese momento que una extraña epidemia de lepra acabaría con sus vidas.

martes, mayo 10, 2005

Delirio

Nadie tendió una mano esta noche.

Nadie tocó tu frente para desmentir la fiebre.

Nadie vino a ofrecer su consuelo en un vaso de leche caliente.


La mañana llega desdibujada, y los poemas

tiritan muertos entre lo que nunca podrás expresar.

Sólo las voces vienen a despertarte;

sólo la triste comparsa del delirio apaga a estas horas tu rutina.


Sí se acordaron de las dos pastillas

apoyadas contra el borde de tu cerebro.

Ellas, tus voces, gritan más alto para que no las tomes.

Pero recuerdas los muros estrechos

de un hospital con batas verdes,

y diluyes con agua la amenaza

mientras te preguntas si aún puede soñar

la otra mitad de tu mirada.

domingo, mayo 08, 2005

Publicar... o no (II)

Es completamente lícita la motivación del escritor por vivir de aquello que más le gusta hacer, igual que lo es la de un arquitecto o un dibujante. Sin embargo, muy pocos lo consiguen, así que tiene que haber otra razón por la que el escritor necesita lectores.

Necesitarlos no quiere decir escribir pensando en ellos, salvo para esforzarse en ser inteligible. Escriben solo para los lectores los padres de los best-sellers. ¿Son mejores o peores por ello? Son menos literatura, porque en general las letras no surgen de sus entrañas sino de un análisis de mercado. En general, ya que el hecho de ser un superventas no implica poca calidad literaria.

Nunca he soñado con mi foto en la contraportada de un libro, ni con hablar de mis personajes delante de doscientaspersonas. Jamás me he planteado escribir por algo así; lo hago porque no puedo dejar de hacerlo. Claro que me gusta que se lean mis textos, es la única manera de saber lo que hago bien y lo que tengo que mejorar. Salvando las necesidades básicas (amor, seguridad, cobijo, alimento) no hay nada para mí tan importante como la literatura. Ha estado conmigo desde que era una renacuaja, y le da mucho sentido a mi vida; sin ella, no hab´ría sido nada remotamente parecido a lo que soy.

Casi todo el mundo pasa por varias fases en su escritura. La primera es una pura necesidad de expresarse a través de la palabra, de volcar sensaciones y sentimientos. Y en esa expresión termina el proceso, no hace falta ser leído.

La poesía es un paso más en ese deseo de entenderse, que puede o no buscar perfeccionarse sabiendo si es o no comprendida, si es o no universal.

La ficción es un aprendizaje, no tiene sentido si no es exacta, precisa, fuerte, níticda, si no transporta; por eso tiene que ir dirigida a un lector, a alguien que nos diga lo he visto, lo he vivido, leí tu cuento o tu novel ay estuve allí, comprendí a tus personajes y por unas horas viví en el mismo lugar que ellos.