jueves, noviembre 10, 2005






Verte mirar un barco,
acariciarlo con los ojos,
navegarlo;
imaginar que si pudieras saltar a él
te irías lejos, no importa solo,
hasta el lugar donde se pierde el horizonte;
te irías tal vez para no volver,
o quizá en un punto del camino
te acordases de mí
y puede incluso que regresaras,
ya cansado,
a orillarte en mis brazos
antes de partir de nuevo.
Y me pregunto
cómo sería quererte,
llenar las ausencias con tu risa
sin el temor a perder nada,
sin la prisa de llegar a ningún lugar,
sin pensarlo,
solo sentirte;
otra vez tu sonrisa,
tus ojos de agua,
tu piel tan curtida
que también es el sol.
No todos los días
me regalan violines de madrugada;
no todos los octubres
bebo el mar en unas manos.

Si me sueñas esta noche
tendré al despertar
el recuerdo en la piel de tus manos;
manos de mariñeiro,
ojos de viento.