Y cuando ella quiso dejar de jugar con las palabras, era ya tarde para el millar de golpes estampados contra las teclas sordas de un piano.
Llevaba dos días perdido entre códigos de colores, pasando del marfil al ébano y del cobalto al cielo.
Sus penas le zumbaban en el oído cada madrugada de cuatro a siete.
Era un charco dibujado sobre las notas de un concierto para chelo en do mayor.
Ella y su paraguas pintaron un columpio azul, y desde entonces juegan todos los niños del mundo.
No llores a menos que a las tres de la tarde de un quince de agosto escuches un silencio atravesar sin miedo la ventana entreabierta.
domingo, junio 19, 2005
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7 comentarios:
Mucho más bonito que el original.
Me alegra "verte" por aquí. Leí tu Concierto para trombón y flauta y me gustó mucho.
Un abrazo
¡Hey, ciempiés! Tienes un e-mail.
Interesante. Magnñificamente elegido el título del texto.
Felicidades.
Tus textos son pequeñas golosinas, dejando aparte el regusto dulzón y melaza.
Hay que quitarlas el papelón de colores y en su corazón, el caramelo sorprende de nuevo.
Son como Haikus en prosa, mezcla de poesía o prosa poética, sugieren mucho, me gustan bastante porque tiene razón Felix, es como la sensación de abrir una golosina y esperar a ver a que sabe una vez la has leído una vez.
Das vueltas en la boca y adivinas si es chocolate Belga o chocolate suizo, o un buen bombón de toda la vida.
luna lunera cascabelera
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