domingo, octubre 23, 2005

Obstinación

- En ese bolsillo no cabe nada más.- Dijo Celia.

Ernesto miró a su mujer y sintió lástima por los dos. Llevaban quince años casados y aún no le conocía.

- En este bolsillo caben muchas más cosas – Respondió, mientras trataba de guardar en él un mapa turístico.

Habían aprovechado unos días de fiesta para visitar Madrid. Bajo los soportales de la Plaza Mayor, Ernesto luchaba por meter el mapa en el bolsillo de su camisa. Era capaz de encajar en un espacio tan pequeño la cartera, un libro, las llaves de casa y el plano. Era una pena que su mujer no supiera apreciarlo; se había dado la vuelta y estaba absorta en los sombreros de un escaparate. Cuando terminó de recorrerlo se giró, pero Ernesto no estaba allí. Miró al lugar donde le había dejado luchando con el mapa, y se fijó en algo que había en el suelo. Era un abultado trozo de tela con forma rectangular, del mismo tejido que la camisa de su marido. Se agachó para recogerlo, parecía una pequeña bolsa de tela. Cuando lo tuvo en la mano, escuchó una voz. Miró de nuevo a los lados buscando a su esposo, hasta que comprobó que la voz venía del fondo de la bolsa. Echó un vistazo al interior, pero sólo pudo ver un montón de papeles, libros y parte del llavero. Se lo acercó a la oreja para escuchar mejor la voz:

- ¿Celia, eres tú? ¿Estaba guardando el mapa cuando algo tiró de mí hacia el interior de la camisa. Celia, por Dios, ¿dónde estoy? ¡Sácame de aquí!

- Te dije que en ese bolsillo no cabía nada más.- Vocalizó satisfecha su mujer. – A partir de ahora tendrás que hacerme más caso.

Celia guardó la tela en su bolso, junto al libro de magia que le había prestado una buena amiga, y entró en la tienda a preguntar por un sombrero de fieltro.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Acaso en algún momento realmente conocemos a la persona que tenemos al lado?

GVG dijo...

Muy bien planteado el corto cuento, el desenlace muy logrado, tal vez hubiera dado alguna explicación menos pero va gustando cada vez más cuando lo lees. Estos cuentos fantásticos me parecen a veces de pequeños cuando les escribo yo, pero nos debe gustar a todos; voy a buscar en mis cuadernos para rescatarlo en mi blog, ya me dirás que te parece.

El paso del ciempiés dijo...

Hay muchas parejas que se desencuentran cada día...

Para mí estos cuentitos son un juego, aunque no tengan mucha sustancia. Escuché la frase en la Plaza Mayor y por algún extraño mecanismo cerebral me llamó tanto la atención que sólo conseguí librarme de ella escribiendo algo.

¡Gracias a los dos por la visita y el comentario!

Anónimo dijo...

Jajaja, menudo puntazo el que nos dejas con este texto.
Desde luego una estupenda metáfora para simbolizar ese tipo de desencuentros tan típicos entre matrimonios.

Anónimo dijo...

Aquella noche Celia dumió en casa de su hermana Andrea. De madrugada, Ernesto pudo salir del bolso de su mujer gracias a los efectos benéficos de un conjunto de libros de magia guardados en la biblioteca del salón. Aturdido en una casa que le resultaba familiar y que identificó como la suya propia, decidió acostarse dirigiéndose a la habitación de su cuñada. Con delicadeza y cariño empezó a susurrarla que la quería mucho, pero que de vez en cuando le gustaba volar. Empezó a acariciar el mapa de su cuerpo y sin darse cuenta, encontró lugares maravillosos en los que nunca antes había estado. Cuando se despertó, se quedó maravillado del viaje emprendido y, entonces sí, le prometió que nunca la dejaría.