jueves, noviembre 10, 2005






Verte mirar un barco,
acariciarlo con los ojos,
navegarlo;
imaginar que si pudieras saltar a él
te irías lejos, no importa solo,
hasta el lugar donde se pierde el horizonte;
te irías tal vez para no volver,
o quizá en un punto del camino
te acordases de mí
y puede incluso que regresaras,
ya cansado,
a orillarte en mis brazos
antes de partir de nuevo.
Y me pregunto
cómo sería quererte,
llenar las ausencias con tu risa
sin el temor a perder nada,
sin la prisa de llegar a ningún lugar,
sin pensarlo,
solo sentirte;
otra vez tu sonrisa,
tus ojos de agua,
tu piel tan curtida
que también es el sol.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un poema, un puñado de versos, que al menos a mí, me han transmitido una sensación de paz y de serenidad.

Félix H. de Rojas / Félix Hernández de Rojas dijo...

A mi también. Bonito poema.

Anónimo dijo...

¿Será verdad, ¡oh epíteto azulón!, que al toque cárstico del idilio, el sándalo alcanza su punto de ebullición?

Caque dijo...

Pero qué dices... ¿Es que la luna no mimba la ambrosía? ¿Es que el velo edulcorado ostiga al pardo enebro? ¡No! Si la razón perdió ósmosis no ha de importarme, yo seguiré navegando atrezos de pasión, peciolos pluviales, inclementes bogavantes...

En todo caso macero agrimensores.